Reconoces la luz a través de tus ojos y captas las ondas sonoras por medio de tus oídos. Estos órganos ya te han mostrado que ellos representan la belleza de la creación de Dios, que son una prueba de Su espléndido arte y de Sus magníficos atributos. Ahora es el turno de tu nariz para mostrarte la grandiosidad y maravilla del arte de Dios plasmado en mi creación. Soy un órgano sensorial creado para percibir olores por medio de reacciones químicas. Voy a abrir una ventana para ti para que puedas apreciar el gran conocimiento y poder de Dios desde otro punto de vista.
Estoy ubicada en el centro de tu rostro de forma tan precisa y delicada que el menor desplazamiento al instante lo desfiguraría; ese encanto tuyo y esa belleza desaparecerían si algo o alguien me hiciesen daño. Yo pienso que Dios me colocó en tu rostro de forma tan precisa para estar en perfecta armonía con el resto de tu cuerpo, incluso con tu espíritu. Las narices somos de infinitas formas: delgadas, largas, grandes, pequeñas, anchas, chatas, convexas, afiladas, etc. En el pasado, algunos hombres de conocimiento solían deducir la personalidad de alguien observando la posición y la forma de su cara y de su cuerpo. Los diferentes tipos de nariz daban una idea de la inteligencia y voluntad de la persona. Es verdad que existe una relación entre el tipo de nariz y la personalidad de un individuo. Sin embargo, no se puede saberlo todo simplemente mirando la nariz; los demás órganos también cuentan, algunos incluso pueden neutralizar el efecto de otros. Además, la disciplina y la educación pueden modificar muchas de las características de una persona. Así que nunca juzgues a las personas por la forma de su nariz.
En cualquier caso, ahora no vamos a tocar este tema, pues se trata de un asunto muy subjetivo. De lo que sí quiero hablarte es de la verdad objetiva acerca del significado de mi creación. Mi Creador me ha diseñado como un órgano protuberante en la cabeza —y no sólo en tu cara, sino también en la de todos los animales vertebrados, especialmente en la de los mamíferos. Yo soy el órgano que más usan los animales cuando andan en busca de comida para alimentar a sus cachorros o a su pareja. Me encuentro al frente de tu cuerpo y soy como un detector de olores o aromas. Cuando los animales se encuentran con un objeto desconocido, primero me acercan a ese objeto para saber de qué se trata. Esta es la razón de esa frase común entre los humanos, «meter las narices en algo», es decir, interferir en los asuntos de otras personas. La mayoría de los animales utiliza su sentido del olfato más que los humanos. Como no poseen ni la inteligencia ni la conciencia de los seres humanos, adquieren cierto conocimiento necesario para la supervivencia a través de su sentido del olfato. Los humanos han sido dotados de inteligencia y de conciencia, no fueron creados para «meter las narices » en todos sitios. Por supuesto, esto no quiere decir que yo sea inútil para vosotros. Por el contrario, cuento con muchas funciones y con una estructura compleja y de gran significado.
A mitad de tu rostro, se encuentra mi dimensión exterior, en forma de pirámide. Se trata de una parte muy flexible, dado que está compuesta de cartílagos. El cartílago que hay en la punta de la nariz está conectado a un hueso que existe en la parte superior, entre las cavidades de los ojos. Este hueso, llamado hueso nasal, forma parte del hueso principal de la frente. Un puente cartilaginoso, que está recubierto en su parte media, divide mi cavidad nasal en dos orificios nasales que se abren al exterior. El paladar duro en la parte anterior forma también el techo de tu boca. El paladar blando de la parte posterior se extiende hasta la zona nasal de la garganta. Durante la acción de deglutir, levanta y cierra la faringe superior para evitar que la comida y la saliva escapen de tu garganta y vuelvan a mí. Si al comer sientes un cosquilleo en la garganta y toses, este paladar no puede cerrarse y la comida puede entonces alojarse en mí y salir por los orificios nasales. Podemos apreciar otro beneficio de este sistema cuando se bloquea la faringe. En tales situaciones, al paciente se le suministra comida, líquidos y aire a través de un tubo que recorre su nariz.
El recorrido del aire que inhalas y necesitas para sobrevivir comienza conmigo y continúa hasta los pulmones. El aire que entra a través de mis orificios no siempre está limpio ni tiene la calidad suficiente al entrar en tus pulmones. Esto te puede provocar un resfriado u otro tipo de infección. Para protegerte, Dios, que todo lo sabe, ha tomado las medidas necesarias para asegurar tu bienestar. Me ha dotado de vellosidades para filtrar el aire en la parte frontal de mi cavidad y ha cubierto mi superficie posterior interna de una membrana mucosa con fluido. La estructura de mi cavidad es muy compleja. Junto con mis dos paredes laterales, hay tres estructuras llamadas cornetes: superior, medio e inferior. Estas angostas estructuras en forma de concha aumentan la superficie de mi cavidad y ayudan así a calentar y humedecer el aire fácilmente antes de que éste llegue a los pulmones. Es decir, el aire que respiras pasa a tus pulmones una vez que yo lo he filtrado. Este proceso se inicia en la vellosidad de mi parte frontal, que evita la entrada de partículas de polvo. Acto seguido, el aire pasa por la abertura curva que forma la concha. La concha está cubierta por una membrana mucosa que produce una secreción. Esta secreción, junto con los cilios, atrapa partículas extrañas, tales como el polvo de carbón, hollín, bacterias o polen. Como la presión en mi interior es menor que la presión exterior, puedo calentar y humedecer fácilmente el aire que pasa a través de mí.
Los lados y la superficie de mi concha superior están alineados con un epitelio que cumple una función especial en el sentido del olfato. Los receptores olfativos, que son las células ciliosas, y otras células secundarias constituyen el epitelio olfativo. Todo aquello que libera moléculas en el aire tiene un olor propio. La percepción de un aroma tiene lugar en el cerebro, como consecuencia de una compleja cadena de reacciones. En realidad, yo no tengo idea de cómo ocurre este proceso, pero existen varias teorías al respecto. Debido a que la vibración y la estructura de cada molécula que llega hasta mí a través de las corrientes de aire difieren entre sí, cada molécula causa reacciones químicas e impulsos eléctricos diferentes. Las moléculas que llegan a mí a través del aire se disuelven en la humedad de mi epitelio y estimulan químicamente a las células olfativas. Si la mucosa se seca y pierde toda su humedad por el aire seco, esto dificulta aún más que las moléculas se disuelvan y dificulta también tu respiración. Mi sentido del olfato también se debilita, o se pierde, en caso de falta del elemento zinc, el cual existe normalmente en pequeñas cantidades en tu cuerpo.
Hay una razón para que el color, sabor y olor del ajo sean tan diferentes a los de una rosa o una flor de jazmín: cada uno tiene compuestos diferentes, como si se hubiera creado en su propio laboratorio. Por lo tanto, las moléculas de estos diferentes compuestos que se dispersan en el aire y el impacto que causan van a ser naturalmente distintos. Lo que resulta más interesante es ese maravilloso sistema que capta cada una de las moléculas de todos esos compuestos diferentes y las registra y guarda en la memoria como un aroma diferente. Cada vez que percibo un nuevo aroma, inmediatamente capto su diferencia de los otros aromas debido a su composición y a sus vibraciones. Así, ayudo a guardarlo en la memoria del cerebro que está relacionada con el olfato, para que así pueda yo reconocer ese aroma cuando aparezca de nuevo. Cada una de estas funciones permanecen, en toda su complejidad, como un enigma que hasta el día de hoy sigue siendo estudiado y analizado por los fisiólogos del olfato. Otro atributo maravilloso de mis células receptoras del olfato es el hecho de que primero captan el aroma de una forma intensa y, después de un rato, ya no son estimuladas tan intensamente como la primera vez, resultando en una parálisis temporal de dichas células. De esa manera se produce una «habituación », lo cual nos habla de la misericordia de Dios. Si Dios no hubiera creado este «debilitamiento» de los aromas existentes, los fontaneros, recolectores de basura o carniceros no podrían desempeñar su trabajo.
La mucosa que forra mi cavidad puede llenarse fácilmente de sangre u otros líquidos. Mi cavidad puede bloquearse completamente por infecciones virales o bacterianas, o por alergias como la fiebre, lo cual dificulta la respiración. Una infección en el tracto respiratorio superior también me bloquea. Tú sabes que el agua estancada tiene mal olor, mientras que el agua que fluye no almacena la suciedad. De forma similar, cuando yo me bloqueo, las bacterias se reproducen rápidamente y se transmiten a otros órganos respiratorios. Por esta razón, cuando tienes un resfriado, es muy importante que me mantengas despejada. Un té caliente puede ser útil; pero lo mejor es verter una solución salina (agua salada) en mis cavidades, pues ayuda a descongestionarme. No es recomendable usar gotas nasales, ya que pueden causar adicción y tener otros efectos secundarios.
Tu cráneo también contiene cuatro pares de cavidades llenas de aire (senos paranasales), a ambos lados de mí, tras tus pómulos y encima de mí tras la frente. En caso de sinusitis, inflamación de las amígdalas o crecimiento de los pólipos, mi descarga es constante y provoca gripe o rinitis crónica. Además, la hemorragia nasal puede ser el primer síntoma de muchas enfermedades. La alta presión sanguínea y algunas enfermedades acompañadas de fiebre también provocan hemorragias en mi interior. De hecho, el sangrado de la nariz en pacientes con alta presión arterial puede considerarse como una advertencia y una protección contra enfermedades graves. Si mis vasos sanguíneos no sangraran, disminuyendo así la presión, o se abrieran en caso de alta presión, otro vaso de tu cerebro podría abrirse, lo cual tendría consecuencias mucho más graves.
Pedro, de ahora en adelante, jamás te olvides de dar gracias a Dios al oler una flor o cualquier otro aroma que te resulte agradable. Aspira hondo y deja que la esencia de ese bello aroma llegue hasta tu corazón. Dios Todopoderoso, que nos ha dado el aire como una más de Sus bendiciones, me ha dispuesto como un filtro para limpiar las partículas de suciedad que se encuentran en el aire. De no ser así, tus pulmones se llenarían de polvo y finalmente dejarían de funcionar. No podrías sentir el sabor de la comida, ya que el sabor lo perciben únicamente los receptores gustativos o papilas. Y soy yo quien les ayuda a lograrlo. Por ejemplo, una persona cuyo epitelio olfativo esté arruinado no puede decir si lo que está comiendo es una manzana o un rábano. Si no eres capaz de captar el aroma de los alimentos que ingieres, tampoco podrás percibir su sabor.
Querido Pedro, creo que ya me he mostrado lo suficiente ante ti. ¡Incluso te ayudo a sostener tus gafas! Te he dado un resumen sin demasiados detalles sobre mis complejidades microscópicas. Ni un diminuto vello puede aparecer por sí solo en tu cuerpo. Entonces, ¿crees que sería posible que yo me haya creado a mí misma, siendo como soy el resultado de una compleja composición de miles de elementos, cada uno con su propia razón de ser? ¿Qué escultor puede modelar la nariz de una estatua sin herramientas ni intención? Sin un martillo, un cincel y un modelo que seguir, ninguna obra puede surgir por sí sola. Así también, el milagro de mi existencia solo puede explicarse a través de la creencia en la existencia y el poder de Dios, cuya creación es infinitamente más grandiosa que cualquier escultura tallada por manos humanas. Por eso, cada vez que te laves la cara y te mires al espejo, obsérvame con atención y recuerda a nuestro Dios Todopoderoso, quien nos ha creado de la nada.