sábado, noviembre 23, 2024
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LA ENFERMEDAD DE LA AUTOADMIRACIÓN

Pregunta: ¿Qué hacer contra los sentimientos de ostentación y autoadmiración?

Hablar constantemente de uno mismo, es decir, buscar la atención y tratar de impresionar a los demás, refleja una debilidad en el carácter. Sin embargo, existen momentos en los que es necesario expresarse. Por ejemplo, la oración es un momento en el cual nos presentamos ante Dios y compartimos nuestros sentimientos más íntimos. El ser humano es una obra maestra del Creador; cada individuo lleva consigo rasgos y patrones que señalan al Artista que lo creó. El ser humano, como afirmó Bediuzzaman Said Nursi, es un indicador de toda la existencia. Cuando exploramos profundamente la naturaleza humana, podemos apreciar cuán maravillosa es su creación y cuán único es con su razón, espíritu, corazón, fuerza de voluntad y consciencia. Se espera que el ser humano reconozca la fuente de todas estas cualidades, Le sea agradecido, glorifique Su Majestad y se acerque a Él con plena conciencia de ser un siervo. Se necesita un siervo que comprenda su posición ante lo Divino y que reconozca que todo lo que posee en realidad pertenece a su verdadero Dueño. Expresarse de esta manera ante Dios es algo digno de elogio. 

Lo que no merece elogio es cuando alguien busca constantemente llamar la atención sobre sí mismo en cada oportunidad, ya sea a través de su actitud, comportamiento, pensamientos e incluso en sus actos de oración y adoración, con el objetivo de obtener la admiración de los demás. Lo que realmente sucede cuando una persona presume de sus virtudes y cualidades es que se olvida de su verdadera fuente y se apropia indebidamente de lo que pertenece a Dios, ya sea que esté consciente de ello o no. 

Aquellos que buscan insistentemente la admiración y los aplausos siempre tienden a centrar la atención en sí mismos. Ya sea en sus conversaciones o escritos, siempre insinúan sus propias cualidades, incluso cuando no pueden hacerlo de manera directa. Producen arte sólo para mostrar a los demás cómo debe ser el arte; cuando escriben algo, esperan que todos lo lean y elogien, y no toleran críticas negativas. Incluso si mencionaran el nombre del Todopoderoso, tratan de encontrar algún mérito en ello. Cuando predican desde el púlpito sobre Dios, lo que en realidad buscan es demostrar a su propio talento a la congregación. Por eso levantan la voz; por eso golpean el púlpito mientras hablan. Su estilo de vida, sus coches, sus casas, todos los objetos que utilizan se convierten en herramientas para hablar de sí mismos. Mientras lo hacen, consiguen camuflar su ostentación, a veces incluso con una humildad artificial.

Estas personas obsesionadas con la ostentación siempre desean que los demás hablen de ellas. No se contentan solo con sus propios logros, sino que mantienen a su lado a otras personas para que las elogien, e incluso pueden establecer instituciones con este propósito. Consideran que las conferencias o los libros que no mencionan su nombre carecen de valor.

Además, estas pobres personas suelen ser muy envidiosas. Se molestan profundamente cuando alguien más recibe elogios. Aunque expresen admiración hacia alguien en su presencia, a sus espaldas pueden conspirar para desacreditarlo. Destacan las debilidades de los demás para resaltar sus propias virtudes. Tratan de socavar a quienes les rodean para poder elevarse por encima de ellos. Todos estos comportamientos no conducen a nada más que al desastre.

Dominar el ego y ejercitar la fuerza de voluntad

Nuestras cualidades más destacadas provienen de Dios. Podemos alcanzar una carrera excepcional, adquirir un profundo conocimiento, acumular riqueza abundante y desarrollar innumerables habilidades; sin embargo, solo podemos lograr todo esto si utilizamos las bendiciones que Dios nos otorga y si Él nos allana el camino. Tampoco es fácil responder a la pregunta de si estamos aprovechando al máximo estas bendiciones. 

Todas estas habilidades y cualidades deben emplearse no para destacar uno mismo, sino para exaltar a Aquel que nos las ha concedido. Nuestra voz, nuestras palabras, nuestras miradas y nuestras actitudes deben comunicar mensajes acerca del Todopoderoso. Cuando nos expresamos, debemos hacerlo utilizando palabras imbuidas de Conocimiento y Amor Divinos. Quienes nos escuchan deben sentir un aumento en su entusiasmo y en su conexión con Dios. Cada uno de nuestros discursos debe ser como una oración que resalta Su unicidad. 

Escapar de esta afección implica “reducirse a la nada”, lo que significa internalizar la humildad como parte de nuestra identidad. Esto es alcanzable mediante una autodisciplina constante durante un extenso período de tiempo. La humildad no se incorpora fácilmente a nuestra naturaleza innata; es un proceso que requiere esfuerzo consciente. La lucha contra la enfermedad de la autoadmiración se relaciona directamente con nuestra fuerza de voluntad y depende de nuestros esfuerzos deliberados para prevenirla. Solo a través de la práctica continua de la disciplina podemos modificar permanentemente nuestro carácter. 

Un verdadero creyente debe enterrar profundamente y cubrir con pesadas piedras todas las manifestaciones de autoadmiración. Esto se asemeja a las prácticas místicas que se encuentran en las logias sufíes, donde se enseña a dominar el yo carnal. Los retiros espirituales, el ayuno y el viaje por este camino tienen como objetivo liberar a las personas de los rasgos de egoísmo y arrogancia, permitiéndoles embellecer su carácter. Estas prácticas los guían hacia la comprensión del conocimiento divino (marifatullah), ayudándoles a conocer y amar a Dios (muhabbatullah). A través de estas experiencias, aprenden a reconocer que todo proviene de Él y a tomar conciencia de Su grandeza en contraste con su propia pequeñez. 

La megalomanía 

Desafortunadamente, en nuestros tiempos, la gente no se somete a este tipo de enriquecimiento espiritual. Sus egos no se purifican y sus corazones no se limpian. Las almas carnales a menudo se vuelven incontrolables, y en lugar de dominarlas, muchas personas se convierten en víctimas de sus propios deseos. Este fenómeno puede observarse tanto a nivel individual como en la sociedad en su conjunto. La enfermedad de la autoadmiración puede propagarse rápidamente entre los miembros de una nación o comunidad que se considera a sí misma como un grupo de héroes legendarios. La afiliación a una comunidad, la identificación con una escuela de pensamiento, una institución, una universidad o incluso una profesión puede inflar los egos de las personas, llevándolas a considerarse superiores, a veces sin ser conscientes de esta situación. Siempre hacen alarde de sus propias hazañas y logros. En algunos casos, esto puede llevar a la megalomanía, pero dado que todos en la comunidad están afectados por la misma enfermedad, es posible que ninguno de ellos se dé cuenta de la magnitud del problema. 

Todos estos síntomas son señales de que existe una enfermedad en el alma. De la misma manera en que nuestro cuerpo puede enfermarse, también es posible que nuestra alma se vea afectada por enfermedades. Las afecciones del alma suelen ser más difíciles de tratar que las del cuerpo, y requieren un mayor tiempo y esfuerzo para su curación. Para abordar estas enfermedades, las personas a menudo deben buscar la ayuda tanto de psicólogos como de guías espirituales, quienes, a través de la luz de la fe, pueden identificar los puntos débiles. 

Cada ser humano ha sido creado con ciertas imperfecciones en su alma. Estas imperfecciones pueden ser la fuente de sentimientos como la ostentación y el orgullo. Son parte inherente de la condición humana y representan desafíos que enfrentamos en la vida. Sin embargo, es crucial reconocer que estas imperfecciones tienen el potencial de manifestarse tanto en actos buenos como en actos malos. Por lo tanto, debemos ser precavidos y conscientes de nuestras inclinaciones hacia el mal, esforzándonos por controlar y redirigir cualquier tendencia hacia el mal hacia el bien. Aquellos que puedan aplicar una voluntad fuerte para “reducirse a la nada” y purificar sus almas podrán ejercer un mayor control sobre su existencia en esta vida. 

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