Pregunta: “¿Qué deben considerar quienes participan en iniciativas humanitarias o educativas para garantizar la sostenibilidad y el éxito de sus esfuerzos, evitando posibles conflictos?”
Hacer algo bueno y hermoso y asegurarse de que los demás perciban esas bellezas como tales, así como mantenerlas en el tiempo, son tareas diferentes. Trabajar con diligencia como un artesano, establecer instituciones educativas, iluminar los caminos de las personas y alcanzar todos los rincones del mundo a pesar de los recursos limitados son logros admirables que merecen reconocimiento y aplauso. Sin embargo, mantener esta labor en perfectas condiciones es tan crucial como iniciarla y elevarla a un determinado nivel. Esto requiere un esfuerzo intelectual serio y una acción razonable y estratégica. Independientemente del contexto del servicio, es fundamental comenzar con un análisis profundo, entender bien los sentimientos de las personas involucradas, considerar la situación actual y anticipar los problemas que puedan surgir tanto a corto como a largo plazo.
Si exploramos más a fondo, es probable que hayas comenzado una tarea movido por sentimientos profundamente sinceros. Tus emociones, pensamientos y actitudes son claramente humanos. En el núcleo de todas tus acciones yace la complacencia de Dios y el bien de la humanidad. Avanzas construyendo tus proyectos sobre sólidos principios religiosos y valores universales. No tienes conflictos con nadie. Sin embargo, en algún momento, es crucial recordar que puede haber personas con pensamientos, intenciones y comprensiones muy distintas que podrían tener desacuerdos contigo. En este caso, basarse únicamente en tu sinceridad, buena intención y autenticidad sería insuficiente. Si no has logrado captar adecuadamente los sentimientos de los demás y no puedes anticipar ciertos eventos futuros, a pesar de inundar a algunos con amabilidad y favores, tus actos de buena voluntad podrían no producir los resultados esperados y generar rechazo hacia ti.
Por ello, es necesario dar un paso atrás y considerar diversos enfoques para interactuar con las personas. Esto puede significar decir: “Tú conoces mejor este trabajo y puedes hacerlo mejor”, participar en un esfuerzo colectivo con ellos, presentar el asunto desde diferentes ángulos, perspectivas y matices para ampliar sus horizontes, y asumir un rol de guía esclarecedor y motivador a través del apoyo que les brindas. Estas son formas de actuar que las personas comprometidas en la actualidad deberían contemplar.
Actuando con sentimientos humanos, puedes apresurarte a socorrer a las personas afectadas por catástrofes como terremotos, inundaciones y tormentas en diversas partes del mundo. No obstante, si no tienes en cuenta las dinámicas locales, incluso un esfuerzo tan bienintencionado puede acabar provocando la animadversión de ciertos grupos, ya sean locales o extranjeros. Por ejemplo, los elogios continuos por algunos de tus encomiables logros y la atención que recibes pueden generar envidia en algunos individuos.
Consideremos un caso concreto: has abierto instituciones educativas en un país y éstas han tenido un éxito notable. Tus alumnos ganan constantemente medallas en competiciones y olimpiadas científicas. Dado que otras escuelas no alcanzan el mismo nivel de éxito, puede surgir la envidia hacia ti. Algunos podrían verte como un competidor, estableciendo una rivalidad o incluso tratando de cerrar tus escuelas. Es crucial anticipar estas posibilidades, tomar las precauciones necesarias y desarrollar los enfoques adecuados en consecuencia.
Dondequiera que ofrezcamos nuestro servicio, es fundamental conocer a fondo las condiciones del lugar y actuar en consecuencia. No debemos interpretar esto como un signo de secretismo o mala intención; simplemente se trata de asegurar la continuidad de nuestras buenas acciones y actos de bondad. Como se ha mencionado, no todos interpretan todo de manera correcta y adecuada. Por eso, debemos proceder no solo con buenas intenciones, sino también con conocimiento e investigación. Puede ser que algunas sociedades no deseen que quienes se han educado en sus instituciones opinen sobre el futuro de sus países como intelectuales, por temor a que una cultura externa borre sus valores y los reemplace por los propios. No debemos crear una situación en la que digan: “Una cultura vino y borró todos nuestros valores, sustituyéndolos por los suyos, y lo hizo con nuestra generación”. Por lo tanto, la flexibilidad y la seguridad deben ser pilares en la educación de las personas de estos lugares, sin causarles inquietud. En última instancia, nuestro principio fundamental es que, al llegar a un lugar, debemos compartir nuestras propias bellezas con la gente, explicándolas y haciéndolas entrañables, mientras aprendemos y apreciamos las bellezas de ese lugar, enriqueciendo nuestros propios valores. De este modo, al combinar todos los valores humanos en un crisol, podemos generar una colección universal de valores en la que todos puedan encontrar algo de sí mismos.
Sin embargo, al decidir actuar con sabiduría y estrategia, no debes comprometer tu carácter ni tus valores fundamentales. Debes mantenerte firme en tu posición, la cual te permite sostener y elevar a los demás. Imagina a alguien que, sin preparación, se lanza precipitadamente a un pantano para salvar a alguien que se está ahogando: aunque su valentía pueda ser admirada, en una situación así, ninguno de los dos podrá salvarse.
Un buen ejemplo de cómo actuar con sabiduría se encuentra en el versículo 65 de la sura “Al-Anfal” del Corán. En ese versículo, Dios menciona que una persona en una comunidad ideal de creyentes dotada de paciencia tiene el valor de diez individuos. No obstante, en el versículo 66, se nos recuerda la realidad de la condición humana, y la proporción se ajusta a uno contra dos, lo que nos orienta a establecer la estrategia adecuada. Esto implica que no es prudente embarcarse en una lucha heroica cuando el equilibrio de fuerzas no está a tu favor. Si te enfrentas a un ejército poderoso con solo un puñado de personas, el resultado no será favorable ni para ti ni para aquellos a quienes intentas salvar. Tus sacrificios deben tener un propósito claro y alcanzable, y esto requiere que sean conscientes, meditados y bien calculados.
La razón es un don valioso que Dios ha otorgado a la humanidad, y el pensamiento es su expresión más elevada. Los seres humanos deben estar siempre conectados con la razón y el pensamiento, integrándolos en su conciencia y, como creyentes, contrastando sus ideas con la tradición profética. Para los musulmanes, esto implica evaluar la vida del profeta Muhammad (la paz sea con él), así como sus expresiones, acciones y juicios, considerando las condiciones actuales y tratando de resolver los problemas a partir de esta sólida base.
Los “arquitectos del corazón” deben actuar conforme a las disciplinas fundamentales presentes en las fuentes de la fe, y priorizar la acción. Esto significa que deben comenzar su viaje – es decir, poner en práctica sus planes – tan pronto como sea posible, con una firme adhesión a los principios fundamentales y un plan general. Los detalles y aspectos teóricos surgirán más adelante, en función de las circunstancias que encuentren en su camino. A medida que avancen, deberán emplear el intelecto y el pensamiento para resolver los problemas y desarrollar planes más detallados sobre cómo y dónde actuar. Durante la implementación de estos planes, es esencial seguir aplicando el razonamiento y la conciencia colectiva. Este proceso se convertirá en un ciclo virtuoso donde el pensamiento alimenta la acción, y la acción enriquece el pensamiento, acercándose al objetivo deseado.
Intentar planificar y proyectar cada detalle desde el principio y aplicarlo de inmediato puede resultar en un plan desajustado a las condiciones futuras. Esto puede llevar a líderes a adoptar métodos opresivos y totalitarios, imponiendo sus puntos de vista, lo cual puede dar lugar a estructuras oligárquicas y a líderes carismáticos irresponsables que no rinden cuentas.