Como profesor de estadística, a menudo encuentro útil explicar los fenómenos de las ciencias sociales utilizando términos matemáticos. Esto es especialmente válido cuando existe una correspondencia casi perfecta entre ambas disciplinas. Uno de esos temas es lo que llamo «los poderes de la ignorancia». Al hablar de «poderes», no me refiero al poder que otorga la ignorancia a una persona. Me refiero a las expresiones exponenciales de la ignorancia, que podemos denominar:
Ignorancia elevada a la potencia de uno (ignorancia1);
Ignorancia elevada a la potencia de dos (ignorancia2);
Ignorancia elevada a la potencia de tres (ignorancia3).
Los poderes de la ignorancia
Empecemos con las definiciones sencillas de estos tres poderes:
Ignorancia1: No sabe;
Ignorancia2: No sabe y no sabe que no sabe;
Ignorancia3: No sabe y no sabe que no sabe e insiste en que sabe.
De los tres, el primero es el menos problemático en términos de conducir a errores. La persona es consciente de su falta de conocimiento. En este caso, la solución es sencilla: la persona buscaría los conocimientos necesarios y los adquiriría para superar esa forma de ignorancia.
El segundo poder tampoco es tan perjudicial. La persona no sabe y tampoco es consciente de lo que le falta por saber. Por lo tanto, si se le señala la necesidad y existencia del conocimiento en cuestión, estaría dispuesta a adquirirlo y así eliminar exitosamente su ignorancia. En este sentido, este poder tampoco es tan poderoso en términos de llevar a la persona a cometer errores.
El tercer poder es el más potente a la hora de engañar a su portador. La persona no sabe y no se da cuenta de que carece de ciertos conocimientos. Además, cuando se le advierte sobre la necesidad y existencia del conocimiento en cuestión, insiste en que no tiene nada que aprender. Como resultado, la ignorancia en este caso no puede ser fácilmente superada, si es que se puede superar en absoluto. Esta forma de ignorancia no puede ser eliminada simplemente al alertar a la persona sobre el conocimiento necesario y proporcionárselo. Se trata de un problema de actitud que “protege” a la persona contra el proceso de aprendizaje.
Consideremos nuevamente las matemáticas por un momento. Al igual que la magnitud de la diferencia entre las potencias consecutivas de una entidad matemática aumenta a medida que se incrementan los poderes, las diferencias entre los poderes consecutivos de la ignorancia también varían. Por ejemplo, mientras que la diferencia entre el primer poder de dos (21) y su segundo poder (22) es de dos (4 menos 2), la diferencia entre el segundo poder (22) y el tercer poder (23) es de cuatro (8 menos 4). De manera similar, hay un aumento significativo en la gravedad del problema al pasar del segundo al tercer poder de la ignorancia, en comparación con la diferencia entre el primero y el segundo poder.
Desconocimientos conocidos vs. Desconocimientos desconocidos
Creo que esta definición jerárquica de la ignorancia puede ofrecer algunas ideas sobre la relación entre el profesor y el alumno. Desde la perspectiva del enfoque constructivista del aprendizaje, el escenario ideal para un alumno es convertirse en el arquitecto de su propio palacio del conocimiento. En este enfoque, el profesor actúa como facilitador del proceso de aprendizaje, mientras que el alumno construye su palacio del conocimiento pieza a pieza. Para un alumno que progresa sin dificultades en este proceso, el primer poder de la ignorancia puede ser eliminado fácilmente con poca ayuda, especialmente en esta era de la información. En otras palabras, en este tipo de ignorancia existen “desconocimientos conocidos” que se pueden aprender.
Para superar el segundo poder de la ignorancia, puede ser necesario proporcionar una orientación inicial. Es posible que el alumno pueda decorar por sí mismo las habitaciones de su palacio, pero puede que no se dé cuenta de que puede agregar nuevas habitaciones. En este punto, el profesor puede brindar orientación y visión para que el alumno comience a explorar territorios desconocidos. Una vez que se descubre esta nueva tierra, el profesor puede volver a desempeñar el papel de facilitador. Aunque en este caso existen “desconocimientos desconocidos”, no hay resistencia por parte del alumno para reconocer esta situación.
El mayor desafío al que nos enfrentamos hoy en día radica sin duda en el tercer poder. El profesor que se enfrenta al tercer poder de la ignorancia se siente impotente para ayudar al alumno. Se suma a los “desconocimientos desconocidos” la negación del “desconocimiento”. Antiguamente, la dificultad para superar la ignorancia se centraba principalmente en acceder al conocimiento. Las personas que valoraban el conocimiento solían alegrarse mucho cuando lo adquirían y mostraban la actitud de que cuanto más aprendían, más conscientes eran de su propia ignorancia. Resulta extraño que ahora tengamos acceso al conocimiento en cuestión de segundos y, sin embargo, no lo apreciemos. Tampoco hemos adquirido la sabiduría de que cuanto más aprendemos, más humildes debemos ser respecto a nuestros conocimientos.
Esta actitud también tiene un alto potencial para dañar la relación entre profesor y alumno, ya que el alumno niega la necesidad de orientación en ocasiones. Estos alumnos solo buscan “depositarios” de información, creyendo que ellos mismos pueden procesar y asimilar toda la información de manera correcta y suficiente. En este sentido, se cierran a cualquier consejo, orientación, perspectiva o visión proporcionada por el profesor. Su enfoque implícitamente dice: “¡Dame la información que te pido y cállate!”. Aquí es donde se pierde la sabiduría entre generaciones.
El eslabón perdido: la sabiduría
Este escenario puede evocar en algunos lectores las películas o series de televisión que retratan la sabiduría exhibida por un maestro de artes marciales del Lejano Oriente. El maestro acepta a un occidental como su aprendiz, pero le impone tareas extremadamente difíciles y agotadoras que aparentemente no están relacionadas con las artes marciales. Estas tareas parecen estar dirigidas a la comodidad del maestro. No obstante, a medida que el aprendiz avanza en su entrenamiento, se da cuenta de lo vitales que han sido esas tareas para adquirir las habilidades y actitudes necesarias, como la resistencia, la perseverancia y la paciencia. Solo en ese momento comprende que debe ser el maestro, y no el aprendiz, quien defina el formato de la relación maestro-aprendiz.
Cuanto más los alumnos vean a las personas con conocimientos como simples “depositarios de información”, más dañina será la influencia en una relación productiva y significativa entre profesor y alumno. Los alumnos comienzan a creer que una vez que han adquirido la información que les falta, están “al día” con sus profesores. Y esta mentalidad es precisamente la forma de pensar que alimenta el tercer poder de la ignorancia.
Permítanme presentar un ejemplo sencillo y práctico para ilustrar este fenómeno. Imaginemos a un alumno que desea cocinar un plato. Como respuesta, el profesor le proporciona una lista completa de ingredientes necesarios para la receta. El alumno simplemente agrega esta lista a su colección de información. En el siguiente paso, el profesor intenta explicar cómo y cuándo añadir cada ingrediente a la olla, la temperatura adecuada para cocinar el plato y algunas sugerencias para realzar el sabor, entre otros detalles. Sin embargo, el alumno rechaza esta oferta, argumentando que puede hacerlo por sí mismo. Este ejemplo ilustra claramente que obtener información sobre un tema es solo el comienzo. Aplicar esa información a diferentes situaciones, analizarla, sintetizarla y compararla con información similar son ejemplos de tareas que requieren experiencia y son más valiosas que simplemente acumular información sin procesar en nuestra biblioteca personal. Lo que realmente se necesita es continuar el proceso de aprendizaje incluso en estas etapas. Esto solo es posible si el alumno muestra humildad al reconocer que aún tiene mucho por aprender y mantiene abiertos los canales de aprendizaje.
Es importante realizar dos advertencias. En primer lugar, este artículo no busca desacreditar el enfoque del aprendizaje centrado en el alumno, sino resaltar algunos momentos del proceso en los que la orientación y la visión del profesor deben desempeñar un papel fundamental para el progreso saludable del alumno en la adquisición, comprensión y asimilación de la información. En segundo lugar, no se sugiere aquí que el profesor deba ser el único responsable de dar forma al proceso de enseñanza-aprendizaje y que el alumno deba ser simplemente un receptor pasivo, como ha sido el caso en muchos sistemas educativos tradicionales. Sin duda, un profesor exitoso evaluará constantemente el progreso del alumno, recopilará información sobre sus fortalezas y debilidades, y utilizará estos datos para proporcionar una orientación y visión adecuadas.
Es crucial ayudar a los alumnos a desarrollar la actitud correcta hacia el aprendizaje y el conocimiento. En una era en la que estamos inundados de información y se nos insta a utilizarla de manera pragmática, es de suma importancia advertir a los alumnos sobre las trampas de este enfoque y guiarlos para convertir esa información en conocimiento interiorizado de manera exitosa. Esto también les brindará la sabiduría y humildad necesarias para que continúen construyendo sus propios palacios del conocimiento, llenos de maravillas.