sábado, octubre 5, 2024
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¡PEDRO, SOY YO, TUS OJOS!

Querido Pedro, los órganos que tu Creador puso a tu cuidado hace ya tiempo que te están hablando. Como te habrás dado cuenta, nuestros amigos, el corazón, el estómago, el intestino y los pulmones, todos ellos son una maravillosa obra de arte y han sido colocados con sumo cuidado, cada uno, dentro de tu cuerpo. Ni se te ocurra despreciarlos. Son órganos extraordinarios cuyo deber es ayudarte a llevar una buena vida. En la fisiología moderna, las funciones de estos órganos se denominan funciones vegetativas. De hecho, así eran llamadas también por los científicos de la Edad Media. Lo cual señala que algunas de las funciones más básicas de estos órganos tuyos son iguales que las de los órganos de las plantas.

Las cuatro funciones principales de la vida (es decir: la digestión, la respiración, la circulación y la excreción) se encuentran también en las plantas, aunque realizadas por diferentes órganos. Sin estas funciones, el dinamismo de la existencia que llamamos vida desaparece y la muerte se hace inevitable. Si estas cuatro funciones operan normalmente, el organismo está vivo; pero únicamente al nivel de vida vegetal. Para alcanzar el nivel de vida animal, además de estas cuatro funciones principales, es necesaria la presencia de otras funciones, como los sentidos, los nervios y los sistemas musculares.

Si esas funciones fallan, la vida continúa; pero solo al nivel de vida vegetal. Todos hemos escuchado la frase «en estado vegetativo». Cuando oigas esto, la gente suele referirse a personas que han perdido el uso de sus funciones animales. Quizás la persona ya no pueda ver, sentir, oír o moverse. La inteligencia, la comprensión, la voluntad, la consciencia y otros elementos característicos de los seres humanos no pueden compararse con las funciones esenciales de la vida. Estas son características secundarias del ser humano que acompañan al sistema animal y a todo aquello que se relaciona con la espiritualidad de la persona. Obviamente, esto no significa que aquellos que han perdido esas facultades sean menos humanos y pierdan sus derechos. Por el contrario, significa que ya no pueden ser consideradas como responsables.

Las funciones sensoriales de la vista, el oído, el tacto, el gusto y el olfato tienen su punto focal en el cerebro, que es el centro de comando de nuestro cuerpo y la forma más compleja de existencia que conocemos en el universo. El cerebro está conectado al sistema nervioso, que se comunica con todos los órganos del cuerpo humano. Por esto la cabeza es tan especial. Es una parte sumamente sensible del cuerpo y debe ser protegida, del mismo modo que un coleccionista guarda las piedras más preciosas. Si pisas un clavo, te va a doler durante un rato; pero con algún tratamiento te curas. Si un clavo penetra en el cerebro, la herida podría dañar las funciones sensoriales y, que Dios no lo permita, incluso podría ocasionar la muerte.

Como podrás entender con esta introducción, la cabeza es, antes que nada, el centro motor de las funciones animales y, después, el punto de interconexión de los sentidos humanos. Cuando mencionas la palabra cabeza, ¿qué es lo primero que te viene a la mente? Los ojos, ¿verdad? ¿Sabes por qué? Simplemente, porque es gracias a nosotros que puedes estar leyendo en este preciso momento y también porque, gracias a nosotros, eres capaz de observar todas las bellezas del universo.

Si nuestro Señor no nos hubiera creado y colocado en las dos cavidades de tu cabeza, tú no tendrías conocimiento de la belleza de la luz, el color, los insectos, las flores, las rosas y los pájaros. Tendrías miedo de caminar, pues no podrías saber por dónde pisas. Es a través de nosotros que aquello que ves es enviado al cerebro y se refleja en tu mente. El desarrollo del conocimiento humano se hubiera retrasado si Dios no nos hubiera creado a nosotros o a los otros órganos sensoriales, porque la única forma de adquirir conocimiento es a través de órganos sensoriales sanos. Los órganos sensoriales son el único conducto para distinguir y reconocer las características de los objetos.

Tú nos necesitas para saber que el agua es transparente, que las manzanas son rojas, que los membrillos son amarillos y que las violetas son de color púrpura. Nos necesitas para reconocer a tu madre, a tu padre, a tus amigos. Nos necesitas también para comer, para beber, para leer y para escribir, para que no choques con las paredes. ¿Qué crees que podría pasarte si cerramos nuestros párpados durante diez segundos mientras tú caminas por la calle? A ver, ¡inténtalo!

¿Te das cuenta, Pedro? Es más difícil de lo que pensabas. Tuviste miedo de tropezar con algo o de caerte. Pero puedes respirar profundamente y dar gracias a nuestro Creador. No soportarías estar ni diez segundos en la oscuridad. ¿Qué pasaría contigo si nunca más pudieras ver la luz? Piensa por un momento en toda la gente que no es tan afortunada como tú, que por alguna razón carece de la vista. Alaba a tu Creador por no tener que soportar esa pena y pídele que les dé paciencia a todos aquellos que no pueden ver.

Ahora vamos a hablar de nuestras características, así que presta atención. Cuando Darwin vio en nosotros la magnificencia del poder creador de Dios, se dio cuenta que no podríamos haber sido el resultado de una simple coincidencia, ni tampoco la creación de una naturaleza inconsciente. A causa del sentimiento de culpa, finalmente admitió que «la idea de que la evolución de órganos complejos como el cerebro y los ojos pudo haber sido el producto de un proceso de selección natural, lo confieso abiertamente, me parece absurda en grado extremo».

No existe aparato óptico artificial capaz de reproducir la estética o precisión de esta gran obra que somos nosotros, los ojos. Nuestra función depende de las leyes ópticas establecidas por Dios para la luz. En realidad, fue a partir de la observación de nuestra estructura como el ser humano descifró las reglas de la óptica, construyó la más simple de las cámaras y, con el tiempo, pudo producir las magníficas cámaras fotográficas de la actualidad. Pero, hagas lo que hagas, jamás trates de compararnos con esas cámaras que has inventado. Saldrías perdiendo, francamente. Tus cámaras son un simple juguete comparadas con nosotros. Han pasado ciento setenta y cinco años desde la invención de esas cámaras en cajas de madera que se cubrían con una tela negra, hasta las cámaras digitales actuales. Han sido muchos años de laborioso trabajo. ¿Alguien podría decir que la evolución de la vieja cámara en caja de madera hasta la cámara digital de alta calidad se dio por sí sola? Este invento, realizado gracias a la experimentación y conocimiento de cientos de científicos a través de todos estos años, ¿ha sido una mera coincidencia? ¿Fuimos creados los ojos por azar? ¿Pueden los ojos de los moluscos o los insectos evolucionar por sí solos hasta transformarse en el ojo humano? ¡Por supuesto que no! Para entender mejor todo esto, debes prestar atención a cómo es nuestra estructura.

Tenemos la forma de un globo y parecemos cápsulas cubiertas con una estructura, que es sólida y flexible, formada por varias capas. Cada ojo mide aproximadamente 24 mm de diámetro. Contamos con una capa exterior llamada esclerótica. Nos protege una cubierta resistente formada por fibras densas. Debajo se encuentra la capa llamada coroides, a donde llegan los vasos sanguíneos que nos nutren; esta capa nos cubre completamente como una red. La retina es la membrana interior del ojo. Se sitúa en el punto más importante, donde están las células receptoras de luz. Existen otras capas interiores con funciones propias, pero no voy a entrar en grandes detalles.

Cada ojo cuenta con una cubierta redonda en forma de cúpula. El centro de la capa dura, la córnea, es transparente para permitir el paso de la luz. En la parte exterior de la zona transparente se sitúa lo que se llama la parte blanca del ojo. Una membrana de células mucosas llamada conjuntiva cubre toda esta área. Esta nos mantiene bien lubricados. La superficie de la córnea es más curva que las otras secciones, lo cual le permite enfocar los rayos de luz. Hay una pequeña cámara, detrás de esta superficie curva, donde se encuentra el lente que separa la cámara principal. En la cámara anterior, entre el lente y la córnea, hay un líquido transparente, el iris, que nos da el color. El punto negro situado en el centro del iris es la pupila. El iris cuenta con una estructura especial de músculos y funciona como una cortina que contrae y dilata la pupila en respuesta al brillo de la luz. Si la luz es fuerte, se contrae para proteger la retina. Si la luz es tenue, el iris dilata la pupila para permitir que entre más luz en la retina.

Las fibras (zónulas) que sostienen suspendida en su lugar al lente y el grupo de músculos (cuerpo ciliar), que cambia nuestro lente de acuerdo con la distancia enfocada, se encuentran al frente de una capa de vasos sanguíneos. El lente se ajusta, contrayéndose o ensanchándose, según la cercanía o lejanía del punto de enfoque. Esto lo logramos con la ayuda de las fibras que mantienen la lente suspendida.

En la parte posterior del lente se encuentra una cámara de mayor tamaño llena de un líquido gelatinoso y transparente, el humor vítreo. La presión y consistencia de este líquido nos ayuda a conservar nuestra estructura redonda. Hay células fotorreceptoras en forma de bastones y conos, que son sensibles a la luz, en la cámara oscura detrás de la retina. Las imágenes visuales formadas por los rayos que pasan a través de la córnea y el lente hasta la retina están al revés. Hay un pequeño punto en mi retina donde casi todas las células cuentan con una célula receptora de luz. Ahí es donde se forma tu visión más clara; pero no es necesariamente donde percibes el objeto que estás viendo. La visión se produce cuando se estimulan un grupo de células del centro visual del cerebro, las cuales interpretan las imágenes del lente. Es increíble lo rápido que funciona el efecto electroquímico en nuestras células receptoras de luz. El efecto de la luz es transmitido al cerebro mediante la estimulación de señales eléctricas en los receptores de nuestro nervio óptico, produciéndose finalmente la visión en el cerebro. En cierta forma, nosotros sólo somos el medio para que se produzca la visión.

Como somos unos órganos tan delicados y sensibles, nuestro Creador nos ha colocado en las cavidades de la estructura ósea de tu cabeza a manera de protección. Esta estructura tan firme y segura incluye los pómulos, los huesos del mentón, la frente, la nariz, el hueso orbital (que nos rodea) y el hueso occipital (en la parte posterior-inferior del cráneo). Pero contamos también con otros mecanismos de protección, como los párpados. El continuo parpadeo ayuda a que nuestra córnea se mantenga limpia, como los limpiadores de parabrisas de un auto. Nuestros párpados no sólo son pliegues de piel, funcionan como un sistema de secreción de glándulas que continuamente lubrican la parte interior de tus cejas, absorben la basura y el polvo y los convierten en partículas inofensivas. Cuando te emocionas por algo, la secreción producida por las glándulas lagrimales llena los conductos lagrimales, pasa a través de los dos canales y nos da una buena limpieza. Cuando lloras mucho, el exceso de secreción se vacía a través de otro canal, que también limpia tu nariz.

El funcionamiento de este sistema es complejo y, en ocasiones, puede fallar. Si consideras nuestras muchas partes y nuestros millones de células, te darás cuenta de las muchas posibilidades de que algo falle. Sin embargo, nuestro Creador ha formado los ojos, en la mayoría de la gente, sin ningún defecto o falla, para que podamos darte la visión del universo.

El Creador designa para nosotros algo llamado enfermedad para hacernos recordar nuestras debilidades, un defecto o falla no exento de sabiduría. Algunas enfermedades, como la diabetes, la deficiencia de vitamina A o la arteriosclerosis, tienen un efecto negativo en nosotros y nos pueden dañar hasta el punto de hacernos inservibles. Nosotros los ojos también tenemos defectos que ocasionalmente pueden aparecer, como el no poder ver bien a distancia, o de cerca. Estos defectos de enfoque visual se corrigen fácilmente con el uso de anteojos o lentes. Pero las fallas en las células receptoras de luz en la retina son más difíciles de corregir. La presión del líquido en nuestra cámara más grande debe estar correctamente equilibrada. Si la presión aumenta en demasía, te vamos a causar mucho dolor (lo que los médicos llaman glaucoma). Si perdemos nuestra transparencia, tu visión se vuelve nublada (lo que llaman catarata). Aparte de esto, existen muchas bacterias y virus causantes de infecciones y enfermedades. Pero las células de tu sistema inmunológico actúan como soldados para protegerte, con la ayuda del Creador.

Mira, Pedro, necesitaríamos páginas y más páginas para explicártelo todo. Pero nuestra intención no es la de confundirte con más información sobre nuestra anatomía. Nuestro objetivo principal es explicarte las razones por las que fuimos creados y asombrarte con la sabiduría y sensibilidad de Dios, para que puedas contemplar las maravillas de la creación y alabes al Todopoderoso por todas las bendiciones que te brinda. Si logras esto, nos daremos por bien servidos.

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