sábado, abril 19, 2025
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Qalb (Corazón) – 2

La creencia es la vida del corazón; la adoración es la sangre que fluye por las venas; y la reflexión, el autocontrol y la autocrítica son los fundamentos de su supervivencia. El corazón del incrédulo está muerto; el corazón del creyente que no adora se está muriendo; y el corazón del creyente que adora, pero no practica la reflexión, el autocontrol y la autocrítica, está expuesto a muchos peligros y enfermedades espirituales.

El primer grupo de personas —los incrédulos— llevan una “bomba de succión” en sus pechos, pero no puede decirse que tengan corazón. El segundo grupo —los que creen, pero no adoran— viven en la turbia atmósfera de sus dudas y conjeturas, separados de Dios, y son incapaces de llegar a su destino. El tercer grupo de personas —los creyentes que sí adoran— han recorrido parte de la distancia que les separa de su objetivo, pero están en peligro al no haber llegado todavía. Avanzan de forma vacilante, esforzándose en el nombre de Dios, experimentando ciclos de éxitos y derrotas, y pasan la vida tratando de subir a una “colina” sin llegar a alcanzar la cima.

Quienes tienen una creencia firme y arraigada viven como si estuviesen viendo a Dios, con la conciencia de que Él los está viendo, disfrutan de una seguridad completa y están bajo Su protección. Estudian la existencia con capacidad de penetración, desvelan la naturaleza de la existencia, descubren su realidad gracias a la luz de Dios y se comportan con sobriedad y dominio de sí mismos. Tiemblan por temor a Dios, están llenos de ansiedad y esperanza en lo que respecta a su final y persiguen lo que Le complace, tratando de agradarle y viviendo de una manera que expresa su amor por Él. Por todo ello, Dios los ama y hace que los otros creyentes también les amen. Son amados y admirados por los seres huma nos y por los genios, y reciben una cálida bienvenida dondequiera que vayan.

El profeta José, la paz sea con él, el auténtico héroe de la Sura que lleva su nombre, es mencionado cinco veces en dicha Sura como un hombre de bondad perfecta y devoción profunda. Toda la creación, incluidos el Creador y lo creado, amigos y enemigos, la Tierra y los cielos, dan testimonio de su estricto autocontrol y dominio de sí mismo: “Cuando José alcanzó su plena madurez, le concedimos autoridad con recto y buen juicio y un conocimiento especial. Así es como recompensamos a aquellos que se dedican a hacer el bien, como si contemplasen a Dios.” (12: 22) En este pasaje, el Todopoderoso declara que cuando el profeta José llegó a la madurez, ya era un hombre de bondad perfecta y dominio de sí mismo. Durante su encarcelamiento en Egipto, todos los prisioneros, ya fueran buenos o malos, percibían la profundidad de su razonamiento y la pureza de su espíritu y recurrían a él para solventar sus problemas: “Infórmanos de su significado. Pues vemos que eres de los dotados con las mejores cualidades.” (12: 36) José tuvo éxito en cada prueba a la que se enfrentó y ocupó un lugar en el corazón de todos, tanto amigos como enemigos.

Una vez más, Dios habla de él como hombre de bondad perfecta, como una encarnación excelente de todo lo bueno y dotado de un carácter que no sufrió cambio alguno cuando pasó a desempeñar un alto cargo en el gobierno: “Y así establecimos a José en el país (Egipto) con autoridad. Fue plenamente aceptado ahí, y capaz de llevar a cabo su autoridad en todo lugar que él quisiese. Hacemos objeto de Nuestra misericordia a quien Nuestra Voluntad dicta. No dejamos que se eche a perder la recompensa de aquellos que se dedican a hacer el bien, como si contemplasen a Dios.” (12: 56) Cuando sus hermanos, que siempre lo habían envidiado, reconocieron su bondad y veracidad, incluso antes de descubrir que aquel ministro tan caritativo del Palacio Real de Egipto era José, dijeron: “Vemos que eres de aquellos devotos de una bondad desinteresada.” (12: 78)

Y, por último, al ser un hombre perfecto en su madurez, y con un contentamiento espiritual absoluto, el profeta José daba testimonio de las bendiciones que Dios le había conferido: “Dios en verdad ha sido misericordioso hacia nosotros. Sin duda alguna, todo aquel que se aparta de la desobediencia a Dios con veneración a Él y piedad, y es paciente: con toda seguridad Dios no dejará que se eche a perder la recompensa de aquellos que se dedican a hacer el bien, como si contemplasen a Dios.” (12: 90)

Resulta impensable que un individuo de corazón tan sano pueda desviarse o ser privado de las bendiciones de Dios. Ese corazón tiene el mismo significado, con respecto a su dueño, que el del Trono Supremo de Dios con respecto al universo, y es un espejo pulido que el Todopoderoso contempla con gran satisfacción. Ese espejo no es algo que pueda dejarse a un lado o permitir que se rompa, puesto que es la esencia y el espíritu de la realidad humana y es alabado por Dios.

En los versos siguientes, Rumi lo rememora así:

La Verdad Absoluta dice: “Para Mí, el corazón no es una forma hecha de agua y arcilla”.

Tú dices: “Yo tengo un corazón en mi interior”, en tanto que el corazón está por encima del Trono de Dios, no debajo.

¡Oh Dios! ¡Aquel Quien cambia los corazones! Mantén nuestros corazones firmes en Tu religión, y concede paz y bendiciones a nuestro maestro Muhammad, el amado por los corazones.

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