sábado, octubre 5, 2024
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¡PEDRO, SOY YO, TU OÍDO!

Esperaba impacientemente mi turno mientras, en el artículo anterior, tu páncreas te hablaba del gran milagro de su creación. ¿Te imaginas el porqué de mi impaciencia? ¡Es que tenía prisa por decirle al mundo entero que el Ser Único, tu Creador, te ha dado la capacidad de escuchar una cierta cantidad de los sonidos del universo! Él es quien une tan armoniosamente todos mis componentes, incluyendo a dos receptores de sonido en forma de cuchara, poseedores de una estructura extraordinaria, colocados a ambos lados de tu cabeza y a los que tú no prestas mucha atención. ¿Por qué iba a quedarme callado cuando he sido creado de una forma tan sofisticada y delicada como tu páncreas?

La vida sin mí es silencio

Todo artista desea presentar su trabajo para ser reconocido. En el universo entero, desde los átomos hasta los sistemas astrales, Dios presenta ante ti, un ser consciente, todos los detalles y signos de su creación. De todos ellos, ha colocado a los más espléndidos dentro de tu cuerpo y te ha dado la razón y el conocimiento para que los puedas ver y comprender. Mediante el intelecto, puedes apreciar el significado y las virtudes de la existencia. Sin embargo, necesitas de algo más, tus cinco sentidos, con los que puedes ver y aprender sobre el mundo material que te rodea. Con este conocimiento podrás apreciar verdaderamente el profundo significado de la creación de Dios.

Si no fueras capaz de percibir la luz y el color (a través de tus ojos), tu conocimiento de la existencia material sería insuficiente. De forma similar, si Dios no me hubiera colocado en tu cabeza, no serías capaz de escuchar y reconocer el canto de los pájaros, el vaivén de los árboles, el murmullo del agua, el silbido del viento, cada uno de ellos una divina nota musical del universo que nos rodea. De hecho, cada objeto, cada fenómeno de la naturaleza, habla en su propia lengua para comunicar a la gente el poder grandioso de Dios. Tú utilizas tus ojos para detectar ondas luminosas. Y me usas a mí para percibir ondas sonoras, que se producen por la vibración de moléculas.

La longitud de las ondas sonoras que puedes percibir va desde los 20 hasta los 20.000 hercios. No soy capaz de percibir frecuencias de sonido superiores o inferiores a estos límites. De hecho, esto es una ventaja que Dios te concedió, no una incapacidad. Si el Creador del universo no me hubiera creado con esta capacidad limitada, experimentarías terribles dolores de cabeza. Si Dios me hubiera hecho capaz de funcionar con un rango auditivo superior, podrías escuchar los pasos de las hormigas, quizás te incomodarías con el gemido de un insecto al poner sus huevos o con el zumbido de las colmenas o el sonido de los pájaros agitando sus alas. Por eso, el hecho de que yo posea suficiente sensibilidad para satisfacer tus necesidades es una ventaja y una indicación de la misericordia de Dios. Después de todo, mi Creador da a cada criatura exactamente lo que necesita y en la cantidad precisa. No hay nada absurdo en Su creación. Jamás se te ocurra pedir oídos como los de un murciélago. Lo mejor para ti lo tienes en mí.

Y nunca se te ocurra pensar que mi parte exterior es simple. Mi oído externo, que a veces se pone rojo cuando estás nervioso, está colocado en la mejor posición –en conformidad con la forma de tu cabeza– para percibir el sonido. Está formado de un cartílago elástico, así que es muy flexible (A) y no se rompe cuando te acuestas sobre él. Si tengo curvas (conocidas como hélix) y vellosidad dentro de mi canal es por alguna razón. Mis cartílagos tienen la forma perfecta para canalizar el sonido hasta el oído medio, de acuerdo con la intensidad del sonido y a la dirección de donde proviene. Debido a que la forma de la oreja es parte del código genético de la persona, es diferente en cada individuo. La vellosidad en el canal sirve para protegerme de objetos extraños, como insectos o polvo. El canal que conecta mi parte externa con mi parte media es muy amplio; pero si se acumula gran cantidad de cera, puedo experimentar la pérdida temporal de la audición.

A la parte externa le sigue el oído medio, que comienza con el tímpano (cavidad timpánica) (C). Unidos al tímpano, se encuentran tres huesos: el martillo (D), el yunque (E) y el estribo (F), todos colocados en orden. Estos diminutos huesos están unidos entre sí en un ángulo de 105 grados. Son capaces de amplificar la más pequeña vibración de sonido que les llega del tímpano y la transmiten al oído medio.

Mi oído medio está conectado a tu faringe por medio de un canal muy delgado llamado tuba faringotimpánica o trompa de Eustaquio (G). Para protegerme de una ruptura, te recomiendo que abras la boca durante una explosión o algún otro sonido muy intenso. De esa manera, las ondas de sonido que entran por tu boca se equilibran con las ondas sonoras que pasan por mis canales y así se protege el tímpano.

Mi interior, seguido de mi parte intermedia, es el área más importante y sensible del oído. La rodean y protegen los huesos del cráneo. Esta parte interior, una extraordinaria obra de arte y tecnología, comprende dos maravillosos componentes receptores. Estas diminutas piezas están en la misma parte angosta del hueso temporal, pero realizan funciones diferentes: la cóclea (H), que está relacionada con la audición, y el vestíbulo, compuesto por los canales semicirculares (I), el sáculo (J) y el utrículo (K). Este órgano facilita el equilibrio, te permite mantenerte erguido y caminar, correr o moverte, sin tropezar o caer. Estas piezas forman un conjunto tan bello como complicado. La cámara superior de la cóclea está conectada a una ventana de forma oval, que ofrece una salida al oído medio. La cámara inferior está conectada a una ventana redonda. Mi parte interior es un laberinto de conductos por donde pasan varios líquidos. El líquido en el laberinto óseo, entre el hueso y las membranas, se llama perilinfa y el líquido dentro de la estructura membranosa se llama endolinfa.

Situado en la membrana basilar de mi cóclea, se encuentra un órgano muy pequeño y singular llamado órgano de Corti. Este órgano contiene las células auditivas, los receptores sensibles a las ondas sonoras y otras células de apoyo. Debido a que la longitud de las células en el órgano de Corti es variable, hay partes de mi cóclea que son sensibles a los sonidos de diferentes ondas.

Las ondas sonoras viajan a través del martillo, el yunque y el estribo y atraviesan mi ventana oval, agitando la perilinfa de mi cóclea. Acto seguido, las ondas sonoras hacen vibrar a la membrana de Reissner en mi cóclea, produciendo el movimiento ondular en la endolinfa. Este movimiento ondular recorre la membrana hasta llegar a mi órgano de Corti.

Las células receptoras del órgano de Corti son los receptores vibrantes por excelencia. Su superficie está cubierta de diminutas hebras llamadas cilios, que se doblan y tuercen al entrar en contacto con las ondas sonoras. Aquí ocurre un proceso fundamental: el movimiento de estos cilios convierte la energía mecánica de las vibraciones sonoras en impulsos eléctricos. Estos impulsos eléctricos se transmiten al cerebro a través del nervio auditivo (nervio coclear), donde son interpretados como “sonido”. Las mismas ondas sonoras continúan su trayectoria hacia la periferia de la cóclea y cruzan la ventana redonda, que conecta el oído medio con el oído interno. La ventana redonda se expande hacia afuera para disipar las vibraciones sonoras en la perilinfa, lo que ayuda a reducir la presión y mantener el equilibrio del sistema auditivo.

La velocidad de la audición depende de la velocidad del sonido que viaja a través de mi membrana y huesos. Sin embargo, una vez que las ondas sonoras comienzan a pasar a tu cerebro como un impulso eléctrico en el nervio auditivo, el proceso de audición aumenta su velocidad y el cerebro inmediatamente interpreta las ondas sonoras. Tú no eres consciente de todas estas acciones realizadas a la perfección en cuestión de fracciones de segundo. Sólo te das cuenta de que escuchas algo. ¿Habías pensado antes cómo se produce la audición? ¿Crees que podrías tener idea de los sonidos y las melodías del universo si Dios no me hubiera creado como tu órgano auditivo?

¡Piensa por un momento, Pedro! Dios sabe exactamente lo que necesitas para vivir y te brinda las herramientas necesarias. Si no existiera Dios, ¿podría un órgano tan complicado como el oído formarse en tu cráneo por sí solo? ¿Es por mero azar que algunos mecanismos biológicos funcionan ordenadamente, sin un plan o proyecto, y producen un organismo tan espléndido como yo con todos mis componentes? Al igual que todo ser pensante y razonable, ahora comprendes que tu oído no puede ser el resultado de una simple coincidencia, que soy creación de Dios Todopoderoso, ¿verdad?

Mantener el equilibro

Hasta ahora, Pedro, me has escuchado hablar sobre mi capacidad de audición. Ahora te voy a hablar sobre mi capacidad de equilibrio, para que entiendas mejor el gran milagro que soy.

¿Alguna vez has visto a un acróbata o a un alpinista en acción? ¿O te doy otro ejemplo que puedas entender mejor? Piensa en lo que tienes que hacer para no caer al suelo cuando vas en bicicleta. Al más pequeño error, el acróbata puede caer de la cuerda, el alpinista puede resbalarse o tú puedes caer de la bicicleta. Mientras realizas algunos movimientos inconscientes para mantener el equilibrio, ¿alguna vez has pensado en todo lo que tiene que ocurrir dentro de tu organismo para que se logre ese equilibrio? Yo estoy provisto con receptores sumamente sensibles que te ayudan a mantenerte estable durante diferentes movimientos continuos. Estos receptores inmediatamente reconocen los cambios que ocurren con el más leve movimiento y alertan a tu cuerpo para que se ajuste a la nueva posición, enviando información a la columna vertebral y al cerebro sobre la nueva situación.

Te preguntarás como es que estos dos procesos, la audición y el equilibrio, pueden suceder dentro de un área tan diminuta de tu cuerpo como es el oído interno. Es nuestro Creador, Dios, quien dispone células microscópicas en un espacio tan angosto y pone en funcionamiento las operaciones más sensibles e importantes a través de estas células.

¿Cómo es que tú reconoces la sensación de equilibrio y cómo es que reaccionas con el reflejo adecuado? Para encontrar la respuesta, debes analizar la estructura anatómica del órgano antes mencionado. En la base de mis canales semicirculares, se encuentra un abultamiento que se abre al sáculo y al utrículo. Mis tres canales semicirculares están situados en ángulos de noventa grados entre sí, en un espacio tridimensional.

Mis canales semicirculares contienen unas cuantas células sensoriales ciliadas; es en ese abultamiento donde hay gran cantidad. Las hebras de estas células, que están delicadamente colocadas, son lo suficientemente flexibles como para torcerse y doblarse durante un movimiento. Los receptores del equilibrio en el sáculo y el utrículo están cubiertos por una membrana delgada que contiene una capa gelatinosa y diminutos cristales de calcita (cupula terminalis). Dependiendo de su densidad, la endolinfa en mis canales semicirculares se mueve en dirección contraria al movimiento de tu cabeza y cuerpo. Similar al movimiento de los pasajeros en un vehículo en movimiento, el movimiento y velocidad de la endolinfa difiere del movimiento general de tu cuerpo. Por ejemplo, cuando un vehículo vira a la derecha, los pasajeros se mueven a la izquierda; cuando un vehículo que va a gran velocidad se detiene de pronto, los pasajeros son empujados hacia el frente. De forma parecida, dependiendo de la aceleración y del momento, cada uno de tus movimientos hace que el líquido de mis canales semicirculares se mueva. Impulsada por el movimiento de la endolinfa, la masa gelatinosa con la piezas de calcita se desplaza, ocasionando que las hebras de los receptores se tuerzan. Cada movimiento de tu cabeza advierte a las células de diversas partes y, a través del nervio vestibular, el sistema nervioso es informado de los cambios que ocurren en tu equilibrio.

Gratitud y contemplación

Has visto ahora el increíble trabajo que realizan mis órganos del equilibrio y la audición. Durante toda tu vida, el primero de ellos te ayuda a mantener el equilibrio mientras realizas todos tus movimientos y el segundo permite que reconozcas miles de sonidos que existen en el mundo. Una vez que consideres el gran número de movimientos que realizas, te darás cuenta de que mis dos órganos cumplen con sus funciones a la perfección, nunca se cansan o se quejan, ni se dan por vencidos. De hecho, cuando Dios Todopoderoso te dio la vida, nos situó en tu cráneo y nos conectó con el centro receptor de tu cerebro. Y no te pidió nada a cambio. Todo lo que Él te pide es que pienses en todas las bendiciones que has recibido y te sientas agradecido hacia Él.

Si visitas un hospital, verás a mucha gente en situaciones difíciles que te hará sentirte más agradecido por todas esas bendiciones que Dios te ha dado. Algunas enfermedades delicadas del oído son la infección del oído intermedio (otitis media), más común en niños; la otosclerosis, la capacidad limitada del estribo para transmitir las ondas sonoras, que puede presentarse antes o después del nacimiento, dependiendo del grado de daño del nervio auditivo. Al observar los efectos de estas enfermedades, entenderás lo importante que es poder oír y mantenerte en pie. Con cada paso que das, cuando estás de pie o acostado, cada vez que escuchas el trinar de los pájaros, una bella melodía o la dulce voz de tus padres, podrás apreciar la grandeza y misericordia de Dios, quien ha grabado los significados de todos esos sonidos en tu mente.

¡Pedro! Hasta ahora te has valido de mí para escuchar a la gente. Hoy ha sido mi turno de ser escuchado. Sin embargo, debo admitir que sólo he podido explicarte los detalles de quizás una centésima parte de todas las bellezas y maravillas que se encuentran en mi delicada estructura anatómica. Si quisiera darte a conocer todos los detalles y significados de mi funcionamiento, descubiertos por la tecnología y por la ciencia, no habría suficientes páginas en la revista que tienes en tus manos.

La verdad es que no necesitas tanta información. Mi propósito principal es llamar tu atención y ayudarte a que te sientas más cerca de Dios. Espero que lo logre. A partir de ahora, escucharás este llamado de vez en cuando. Acuérdate de mí para que ya no cometas más descuidos.

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