viernes, noviembre 22, 2024
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¡PEDRO, SOY YO, TU INTESTINO!

Querido Pedro, ya sé. Ahora vas a decir: «¿Qué tratas de hacer? ¡No eres más que una serie de conductos! ¡Eres el último al que esperaba oír hablarme!». Ten cuidado, Pedro, no me descartes tan pronto. No pienses tan mal de mí por el simple hecho de cargar tantos desperdicios y desechos. Primero debes saber que tus órganos –el corazón, los pulmones, el hígado, etc.– no pueden funcionar sin mí. ¿Crees que estoy exagerando? Presta atención y escucha.

Querido Pedro, para que me puedas entender mejor, acuérdate de un principio elemental sobre el funcionamiento de todo órgano vivo: su dependencia del uso de energía. Si la energía no entra a un sistema vivo, no puede haber ni actividad metabólica ni otras funciones. Imagínate un vehículo sin gasolina. No importa lo caro o elegante que sea. Simplemente, no puede funcionar con el tanque de gasolina vacío; así de sencillo. El cuerpo humano es igual. Los productos animales y vegetales que la gente consume suministran energía al cuerpo. Sin embargo, no puede hacerse uso de la energía de esos nutrientes en la forma en que son ingeridos. Es necesario que pasen por un proceso para que se conviertan en combustible, como el petróleo crudo debe ser refinado para convertirse en gasolina y hace funcionar a un auto. Esta es, a grandes rasgos, mi función. Si yo no funciono, tú no tendrías energía para mover un solo dedo y, eventualmente, morirías. ¿Entiendes ahora la importancia de esta serie de tubos? Cuando piensas en mí, sólo te imaginas a un canal hueco y blando. Pues sí, no estoy hecho de una forma tan compleja como el corazón, los pulmones o los riñones; pero también soy perfecto. Soy una obra de arte simple, sencilla.

La manguera que usas para regar el jardín se desgasta muy rápido, rompiéndose en pedazos. Mis paredes están compuestas de cuatro capas y duran toda la vida, a menos que contraigas una enfermedad como el cáncer. Mi capa exterior está formada por un tejido conectivo durable; la capa que le sigue consta de dos grupos de músculos, uno horizontal y otro vertical; la capa siguiente está compuesta de glándulas dispuestas en un tejido conectivo suave y la capa interior es la mucosa epitelial donde la absorción tiene lugar.

Vamos a hablar ahora de la digestión, una de las funciones más importantes del cuerpo. En realidad, yo no dispongo nada, sólo hago lo que se me ordena. De cualquier manera, lo que sucede dentro de mí es maravilloso. Cada una de mis células, que producen enzimas para separar los nutrientes, se asemeja a una fábrica. Algunas de estas enzimas dividen las proteínas en diferentes niveles de péptidos. Algunas dividen los péptidos en aminoácidos, otras descomponen las grasas en ácidos grasos y glicerina, mientras que otras transforman los carbohidratos en glucosa. Todas estas enzimas cuentan con sus subdivisiones. Por ejemplo, las enzimas que dividen la fructuosa (el azúcar de la fruta), la lactosa (el azúcar de la leche) y el almidón son todas diferentes. Para que las enzimas puedan realizar efectivamente su función mi interior debe tener el nivel adecuado de pH. Las enzimas operan en condiciones muy delicadas. Para darte una idea, las enzimas del estómago —que es la segunda estación por donde los nutrientes pasan antes de llegar a mí— trabajan en una atmósfera ácida (pH: 2.5-3). En mi caso, sin embargo, hay secreción de fluidos básicos y esta acidez tan intensa se neutraliza para que las enzimas realicen sus funciones.

Yo llego a medir alrededor de 8 metros y medio, desde que comienzo en el estómago hasta el final. A pesar de que el intestino delgado es el tramo más largo del aparato digestivo, se le llama delgado porque es más pequeño en diámetro que el intestino grueso.

El intestino delgado también se divide en tres secciones. La más pequeña (25-30 cm.), junto al estómago, es relativamente más gruesa y se llama duodeno. La bilis —que funciona como un detergente y facilita la división de las grasas— es producida por el hígado y las enzimas digestivas del páncreas y entra al duodeno. Así los nutrientes son digeridos una vez más antes de pasar a la siguiente sección, que es el yeyuno, y después a la tercera, el íleon. No es fácil distinguir estas dos últimas secciones. Debido a que la circulación de sangre es más intensa en la segunda sección, ésta es de color rojo más intenso y las contracciones son más rápidas e intensas. La tercera sección es más angosta y tiene paredes más gruesas. La circulación sanguínea es relativamente menor y los movimientos son más limitados. La membrana delgada conectiva (mesenterio) que me rodea y me conecta a la pared del abdomen, evitando que me enrede, es relativamente más amplia en esta tercera sección.

Mi parte más importante son los vellos intestinales que cubren la superficie de mi pared interior como si fueran una alfombra. Semejantes a los dedos de un guante, estos vellos contienen una red de capilares y canales linfáticos. Además de las glándulas que segregan las enzimas que separan los nutrientes, la secreción de ciertas glándulas me protege contra el efecto destructivo de los ácidos estomacales. Algunas células segregan mucosa para la lubricación y protección de los nutrientes. Debido a que algunas células de los vellos segregan enzimas digestivas, algunas de mis células absorben los nutrientes sintetizados hasta la última fase y los pasan a la corriente sanguínea.

Pedro, ¿cómo es posible que algunas personas digan que este mecanismo tan espléndido es el resultado de una fuerza inconsciente? Es la manifestación de un gran poder que debe sorprendernos a cada paso. Yo conozco las características de los alimentos, conozco las necesidades de los demás órganos, ajusto varias enzimas y poseo un sistema de absorción, las coloco en un espacio muy reducido… ¡Y todo lo hago de una forma ideal, sin ningún desperdicio, sin ningún error! Vamos, Pedro, ¿crees que todo esto se hace solo? ¡Si explicara en detalle cómo funciona este mecanismo de absorción, la gente pensaría que las células son seres divinos! Aquel que asigna moléculas especiales y un sistema de transporte para cada molécula de nutrientes, también ha diseñado dos sistemas de transferencia, el conducto sanguíneo y el linfático, en cada uno de esos millones de vellos. El conducto sanguíneo transfiere aminoácidos, agua y sales directamente a la sangre, mientras que el conducto linfático absorbe grasas y las pasa indirectamente a la sangre. Después de la absorción, los nutrientes pasan a ser propiedad del cuerpo y son llevados al flujo sanguíneo para encontrarse con todas las células que los esperan.

¿Y qué pasa con los desechos? No todo lo que comes es bueno o utilizable; algunas cosas son tóxicas y deben ser desechas rápidamente. Los residuos que no son absorbidos son demasiado líquidos para ser desechados. ¡Desecharlos en su forma líquida sería un desperdicio de agua y minerales! Pero no te preocupes, Pedro. ¡Todo está perfectamente planeado! Aquí es donde entra en función el intestino grueso. En esta sección de metro y medio de longitud es donde se absorbe el agua residual y ciertos minerales y el agua se solidifica. El intestino grueso se divide en tres secciones. El saco pequeño conectado a la unión del intestino delgado con el intestino grueso se llama ciego y es donde se ubica, al final, el apéndice. Algunas veces el apéndice se irrita y entonces hay que cortarlo, lo que se denomina apendicectomía. Hay quien dice que el apéndice fue en un tiempo más largo, ya que tus antepasados sólo eran herbívoros y, ahora que eres carnívoro, es más corto. ¡No hagas caso! Nada fue creado en vano, Pedro. Si el abdomen no tuviera alguna función que cumplir, simplemente no habría sido creado. Sólo después de cierto tiempo, los científicos se dieron cuenta de que sí cumple una función muy necesaria, ya que es un órgano linfático, rico en vasos sanguíneos y produce anticuerpos para combatir los gérmenes que de alguna manera entran al intestino… o sea, a mí.

El resto del intestino grueso lo forman el colon y el recto. La mucosa que cubre mi superficie interna es muy suave. Segrega mucosa para facilitar la evacuación de los desechos. Además, las bacterias utilizables se ponen a trabajar a gran escala en el intestino grueso para tu propio beneficio. Estas bacterias sintetizan vitaminas del grupo B, como la vitamina B12, la tiamina y la riboflavina, además de la vitamina K. ¿Te das cuentas de lo maravilloso que es este proceso? Si no fuera por la vitamina K, tu sangre no podría coagularse y la más leve lesión de tus vasos sanguíneos sería capaz de provocar tu muerte. ¿Te hubieras imaginado que lo que parece un mero canal de desagüe fuese capaz de producir vitaminas de importancia vital? ¡Qué infinita es la sabiduría del Creador!

Pedro, ahora te preguntarás cómo se regulan las funciones de este órgano que se parece a una manguera, cómo los nutrientes son impulsados hacia adentro y luego se desechan. Para ser breve, la parte «ordenadora» de tu cerebro ni siquiera sabe cómo sucede todo esto. De saberlo, se mantendría muy ocupado conmigo y no tendría tiempo para nada más. Bajo el control del sistema nervioso autónomo, los músculos derechos de mis paredes gradualmente se contraen en ondas —un proceso llamado peristalsis—. Las fibras nerviosas que tengo conectadas a mí se dividen básicamente en dos categorías —simpáticas y parasimpáticas—. Las primeras me presionan para hacerme funcionar más despacio, las parasimpáticas estimulan mi funcionamiento. Así que me esfuerzo por mantener el equilibrio, funcionando en medio de estos efectos opuestos. El material de desecho que propulso de esta manera llega hasta el recto cuando está listo para ser eliminado. Cuando las paredes se tensan, yo te hago un llamado para que deseches lo que ya no sirve. Aquí es donde tu voluntad interfiere de forma parcial.

El cáncer de colon, que tanta gente padece hoy en día, hace su aparición en esta última parte del intestino. La razón principal es el consumo excesivo de carnes y de grasas, la ausencia de movimiento y el estrés. Cuando estos factores se combinan, yo dejo de funcionar correctamente. Si quieres ayudarme, debes consumir alimentos altos en fibra, tales como frutas y vegetales, y llevar también una vida tranquila. Mi red de nervios es increíblemente rica y compleja. Por lo tanto, soy muy sensible a los cambios de estado de ánimo. Si tú te deprimes, o te sientes estresado, comienzan a darme espasmos o contracciones. Entonces ya no puedo deshacerme de los desechos, el material tóxico acumulado comienza a dañar mis paredes interiores y esto puede aumentar el riesgo de cáncer. Así que es mejor que tomes la costumbre de beber un vaso de agua tibia por las mañanas al levantarte y trates de comer a las mismas horas del día. Lo más importante es que siempre comas vegetales crudos de color verde y reduzcas el consumo de carne. Sería también de mucho provecho que consumas sólo aceite de oliva.

Espera un momento… ¡Casi se me olvida lo más importante! Si no tienes la mente tranquila, de nada sirve todo lo demás. Esto no quiere decir que nunca debas preocuparte por nada. Después de todo, la vida de este mundo es sólo una prueba y tú no eres nada más que un ser humano como los demás. Sin embargo, si te rindes ante los obstáculos, si te dejas invadir por el dolor y la fatiga, si pierdes la esperanza, entonces mi funcionamiento también sufre las consecuencias. Cuando los problemas se enfrentan con paciencia y esfuerzo, sin darse por vencido, entonces no me causan tanto daño.

Pedro, no quiero que esperes hasta ver con tus propios ojos a esos enfermos de cáncer de colon, cómo evacuan los desechos en una bolsa de plástico conectada a un agujero en su vientre, para sentirte agradecido por todas las bendiciones de que gozas. La verdad, Pedro, es que quizás sólo te he dicho una décima parte de todo lo que conozco sobre mi funcionamiento. De todos modos, creo que es suficiente para darte una idea de la gran obra de arte que soy. ¡Muchas gracias por escucharme!

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